14 de noviembre de 2010

Atazar

Hoy, con la tontería de la F1, me ha dado el fanatismo/alonsismo extremo ese que nace cuando está a punto de ganar el mundial y he madrugado. Como la carrera era a las dos, ya sabía yo que si iba a misa de una iría muy justita para ver la salida. Así que me levanté pronto y... sí, fui a las once y media.

Ya casi se me había olvidado que esa era la misa de niños y, como consecuencia, aquello estaría plagado de criaturitas. Entre ellas, mis pequeñines del campamento de verano. La verdad es que, después de saludar a todos y pasarlas canutas para acordarme de los nombres de algunos, me ha dado por recordar. Que grandes fueron aquellos días. Con la piscina, la presa, las casitas. Con Paula y Andrea, las primas viajeras. Con Ángela, el diablo hecho niña de ocho años que al principio nos llamaba a Sergio y a mí papá y mamá y que luego tantos disgustos nos dio. Con Irene, que tenía los ojos y la sonrisa más bonitos a este lado del océano. Con Paul, que ponía mala cara con las bromas del pulpo. Con los enanos de las alergias, que cada día tenían una comida diferente (mención especial para Alba y Almudena). Con Natalia, nuestra mejor actriz. Con Carlos, alias Mr. Chipi, el mejor estratega. Con Dani, el niño de diez años más maduro que me he encontrado y jamás me encontraré. Con las mayores (Lucía, Sara, Marta G, Marta B, Ángela... etecé), que tanto nos ayudaron a veces. Con Lucía, que nos contó el chiste de la muñeca con su gracia natural. Con Noelia, que parecía mentira que pudiera caber tanto corazón en un cuerpo tan pequeño.

Si me pusiera a hablar de todos no me daría en una sola entrada, y eso que no sé si hay límite de caracteres. Pero después de ellos también queda hablar de los monitores, de que fueron un grupo maravilloso con quienes compartir mi primer año de monitoreo. Que si superamos la desbandada general de la noche del terror, la invasión de los piojos y, por supuesto, el incendio. Algún día contaré esas tres anécdotas en entradas aparte, realmente merecen la pena y dan para un libro.

Así que hoy no puedo despedirme sin recordar la canción más absurda de la historia de los campamentos, que pensaba que jamás me iba a aprender y luego, a la segunda vez que la cantaron, ya les acompañaba.

Eugenia... ¿de qué?
De Montijo... ¿de qué?
Dame un poco... ¿de qué?
De tu amor... ¿para qué, para qué?
A cambio... ¿de qué?
He de hacerte... ¿de qué?
De Francia... ¿de qué?
¡Emperatriz!
Jolín que bien, vaya chollo
Todo el día comiendo pollo
Un, dos, no hay arroz
Tres, cuatro, no hay tabaco
Izquierda, derecha, no hay derecho
¿Quién ha sido el animal
que ha roto la formación?
He sido yo mi capitán
Que se me ha roto la escopeta
¡Que escopeta ni qué puñetas!
O la arreglas al momento
O te vas del campamento
Como dice el reglamento
Y yo me quedo tan contento
Comiendo pipas en un convento.

Laura.

PD: Disculpad por esta entrada recordatoria. Necesitaba refrescar un poco el verano, el otoño me está matando.
PD2: Y, al final, el madrugón no sirvió para nada en lo que a Alonso se refiere. Pero sigue siendo un campeón.
PD3: Y vimos Matrix, por fin, mañana la comento... si me acuerdo.

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