There's a light that never goes out

Otra semana que empieza.

El puente estuvo bien. La fiesta del domingo quedó en un puñado de buenas intenciones al darnos cuenta el sábado, a eso de las dos de la mañana, que el domingo no había ninguna tienda abierto y nadie en su sano juicio sacaría el coche solo para nosotros. Así que me conformé con pintar a mi primo de vampiro (más rico... ya subiré fotos) y hacer un poco el gamba frente al fuego.

Por otro lado, mis grandes proyectos de beber de las fuentes directos también quedaron en más bien poco. La culpa es de la economía, que me tuvo absorbida medio puente, y de que en una casa tan pequeña con ocho personas es imposible encontrar una habitación con la que estar hablando tranquilamente. Pude aprovechar solo el ratito después de cenar del sábado. Mi abuela me enseñó una reliquia en forma de billete de una peseta de 1948 (impresionante) y estuvimos charlando un poco. A lo tonto, con un pequeño recuerdo suyo de antes de la guerra, casi me hace llorar. Estoy rompiéndome la cabeza para meterla en la historia de alguna forma, porque esa escena no puede quedar en el olvido así como así.

Con respecto a hoy, examen de economía. Teniendo en cuenta lo mal que pude hacer el repaso del lunes por un trancazo horrible que aún me mantiene tosiendo como una señora de ochenta años... no ha ido mal. Ya veremos luego en la corrección, que Estrella siempre saca lo peor de nosotros.

Y, la noticia del día, un 10 en inglés. Redondo y lirondo. Me siento bien consigo misma, como pocas veces en este año.

Laura.